Según el testimonio del cirujano, baleó al delincuente en legítima defensa cuando intentaban robarle el auto en la puerta de su consultorio en Loma Hermosa.
Este lunes 22 de abril comenzará el juicio por jurado popular contra el médico Lino Villar Cataldo, que en agosto de 2016 mató a un ladrón luego de que este intentara asaltarlo cuando salía de su consultorio. Tras ser fuertemente golpeado, el cirujano agarró su arma y le disparó 4 tiros al atacante identificado como Ricardo Krabler, de 24 años.
La fiscal Diana Mayko, que estuvo a cargo de la investigación, elevó la causa a juicio oral en septiembre de 2017 y pidió que sea juzgado por “homicidio agravado por el uso de arma de fuego”, que prevé una pena de 10 a 25 años de cárcel.
El profesional de 63 años y de nacionalidad paraguaya había alegado legítima defensa e incluso se mostró arrepentido, aunque aseguró que se vio obligado a dispararle porque corría peligro su vida. Sin embargo, la fiscal no quedó conforme con esa teoría y envió a Cataldo al banquillo.
“Cuando el encartado decidió disparar contra Krabler ya no estaba en riesgo su vida, sino sólo el derecho de propiedad que tenía respecto de un automóvil asegurado. Su conducta entonces devino desmedida, puesto que en su afán de retener su automóvil ha afectado el bien jurídico de más valor, es decir la vida”, señaló Mayko en el dictamen de elevación a juicio. Y añadió: “No resulta necesario ni racional ultimar al ladrón para recuperar el botín”.
En la primera audiencia, tal como sucede en estos juicios, está prevista la elección del jurado de entre 65 ciudadanos que fueron seleccionados previamente del padrón y tras las recusaciones, se conformará el tribunal, integrado por doce miembros, seis hombres y seis mujeres.
El testimonio de Villar Cataldo
-¿Qué espera para el juicio que arranca este lunes?
-Lo estoy esperando con mucha ansiedad, porque al ser juzgado por un jurado popular y no por jueces, eso me da mucho más esperanza en que se haga justicia y yo quede libre, absuelto, por este hecho.
-¿Qué cambió en su vida desde el día del asalto?
-Cambió absolutamente todo, desde el punto de vista personal, desde el punto de vista profesional, desde el punto de vista familiar. Ya nada es igual. Vivo permanentemente con angustia, por mí y por mis hijos, por mi familia, porque a ellos también los veo que están constantemente preocupados sobre qué puede llegar a pasar con su padre. Ni ellos ni yo estamos preparados para pasar por esta circunstancia, por hechos que nunca busqué. Yo me preparé toda la vida para otra cosa, estudié para médico con muchísimo sacrificio y justamente elegí esta carrera porque siento la necesidad de ayudar al prójimo. Mis hijos están criados de la misma manera. Entonces distinguimos muy bien en la familia lo que es el bien y lo que es el mal.
-¿Se arrepiente de haber actuado así?
-Es muy difícil hablar de arrepentimiento, porque primero hay que ver qué se entiende por arrepentimiento. A mí lo que me causa es un enorme dolor, una profunda tristeza. Vivir angustiado permanentemente por el hecho que ha ocurrido, por algo que yo no busqué nunca. Yo jamás quise ni pensé matar a ninguna persona. Sí mi atacante vino a agredirme sin miramientos. Fue terrible la acción. No fue como los otros múltiples asaltos que sufrí, sino que esto fue muy especial. Hubo un ensañamiento hacia mi persona que hasta ese momento nunca había ocurrido. Entonces la circunstancia fue totalmente diferente y lo que yo sentí es que esta persona me iba a quitar la vida, que esta persona me iba a matar.
-¿Y qué siente cuando un sector de la población dice que usted es un justiciero?
-También se habla de eso, de justicia por mano propia. La justicia por mano propia es un asesinato común. Lo de justiciero no existe. La ley, la Constitución, el Código Penal en la Argentina, contempla justamente la legítima defensa. La legítima defensa es el derecho que tiene la persona de defenderse ante una muerte inminente. Yo estuve en ese momento ante una muerte inminente.
-O sea que no le gusta que lo llamen así.
-No me considero un justiciero, no soy un justiciero. Yo nunca salí con el arma a la calle a lastimar, a golpear, a asaltar ni a matar a nadie. Lo que hice es lo que está contemplado la ley, que se llama legítima defensa. Simplemente lo que hice fue lograr que no me matara. Entonces eso no es justicia por mano propia, eso se llama legítima defensa.
-¿Por qué la fiscal del caso evaluó que su vida no estaba en juego y no le cree cuando usted declara que el arma la tenía escondida en el cantero?
-Nosotros tenemos múltiples ejemplos de cómo ha actuado la Justicia, y dentro de la Justicia existe una gran parte de fiscales y jueces que son abolicionistas, que dicen que los delincuentes que hacen daño al semejante es por culpa nuestra. Entonces siempre sale y defiende al delincuente, porque este delincuente que me atacó a mí estuvo cuatro años preso en Olmos. Un homicida ¿cómo va a estar cuatro años preso? Esa persona a mí me atacó porque esa misma Justicia que tendría que haber actuado como corresponde y dejar a ese hombre en el lugar donde tenía que estar, estaba en la calle, y entonces ¿quién es el causante de todo esto? La propia Justicia, que lo dejó para que siguiera haciendo sus fechorías.
-¿Cree que un antecedente como el del carnicero Daniel Oyarzún, que fue absuelto por un jurado popular, lo puede favorecer?
-Toda la gente con la que hablo está con mucho miedo y cansancio de tanta inseguridad. Por ejemplo cuando me retiro un poco de Buenos Aires, unos kilómetros, gente que recién me conoce me dice: ‘doctor véngase para este lado, deje Buenos Aires, porque cuando entra o sale de su casa no sabe si lo pueden herir o matar’. Esa misma gente que sufre tanto o más que yo es la que me va a juzgar y la que va a decidir si yo soy culpable o no culpable.
-Si tuviera posibilidad de hablar con la familia del ladrón muerto, ¿qué le diría?
-La familia del delincuente siempre actuó de la misma manera, hace muchos años que trabajo en la zona y conozco muchísima gente, mis pacientes, que viven en esa zona, y me dicen: ‘doctor, esta familia es siempre igual, el abuelo robaba caballos cuando todavía no entraban en este barrio los autos, porque era calle de tierra’. Y siempre fue así. Gente mayor, anciana, cuando va a mi consultorio, me dice: ‘doctor, usted sabe que ese me asaltó, ese me golpeó, asaltó a mi nieto, asaltó a mi hijo’. Es muy difícil darle una explicación a esa familia. La madre dijo: ‘el médico lo mató como un perro, siendo que mi hijo lo único que quería era su auto para seguir haciendo su trabajo’. ¿Cuál era el trabajo de él? El mío es el de médico, y su trabajo, ¿cuál era?
-¿Qué imagen le quedó grabada de aquel día?
-Duermo, me acuesto, me levanto, me despierto a la madrugada y lo único que veo es el cañón del arma de esta persona que me estaba apuntando, y yo pensaba que en ese momento me iba a matar. Nunca podría haber sabido si tenía o no balas. Esa es la imagen que me quedó grabada y no me la puedo sacar a pesar del tratamiento psicológico y psiquiátrico que hago. Estoy medicado desde el momento en que pasó todo, sufro de arritmia, tengo embargados mis bienes y perdí el 70 por ciento de mi trabajo.
Con información de Clarín